4/12/2015

Diario de Viaje a Cuba Relato por : Luis Andrés Carrasco Arena.






Diario de Viaje a Cuba
Relato por : Luis Andrés Carrasco Arena.
El Cuaz, La Habana, 2014.



En cuanto arribé al aeropuerto noté diferencia. El trato amable y ordenado de la gente de Cubana. Llegando a la isla, desde el aire pude observar caminos, algunos de trerraceria y otros de concreto. Me llamó la atención, que sólo vi tres o cuatro vehículos circulando. El mar azul marino y el verde de la abundante vegetación me gustó mucho.



Ya en el hotel, mientras comía, en la mesa de al lado, escuché comentar a un paisano mexicano "esta muy arcaico este lugar, me lo imaginaba diferente" justamente eso fue lo que más me gustó de mi llegada a Cuba, un sitio totalmente ajeno a la Globalización. Un lugar que desconoce el consumismo desmedido y desenfrenado. Y por el contrario, rico en austeridad y felicidad. 



Otro aspecto notable de Cuba, es que no hay obesidad. La gente es delgada, normal, como lo era en México todavía en los años ochenta. 



Y la gente no es medio de publicidad ambulante. No vi marcas, ni anuncios, ni eslóganes, ni dichos sobrepuestos el las ropas de los cubanos. Claro, a excepción de los turistas.



Me pareció muy limpia y ordenada la ciudad. Hay muchos autos americanos de los años cincuenta en excelente estado. También los hay rusos. Un pequeño auto cuadradito, como los que dibujan los niños. Bonito y sencillo. Lada es la marca.



Por cierto, no tienes que preocuparte de pisar excrementó de perro mientras caminas por las calles. Aquí el dicho de "ojos que no ven, zapatos llenos de caca" no aplica.



Al día de hoy se utilizan dos divisas. Los pesos cubanos que sólo utilizan los cubanos y los C.U.C. que son para uso de los turistas. Un C.U.C. Equivale a .87 centavos de dólar y a 
15.89 pesos mexicanos al día de hoy. Se recomienda usar efectivo en todo momento y llevar tarjeta de crédito o debito para cualquier emergencia. Aunque muchas veces no pasan debido a que los Estados Unidos tienen bloqueadas transacciones bancarias con Cuba desde hace más de cincuenta años. Visa y MasterCard son empresas estadounidenses y ellos mismos la bloquean, aunque la tarjeta sea mexicana.



Recordemos que si en Cuba hay carencia de productos a los que en México estamos acostumbrados, es debido a embargo establecido por los Estados Unidos y muchos de sus aliados. 



Por eso es admirable lo que los cubanos han logrado hacer y mantener durante tantos años sin importaciones, comercio de tecnología, servicios, insumos y alimentos como los que México tiene con E.U. y sus socios comerciales.



Los precios son muy accesibles. Un café express .45 centavos, una gaseosa .50 centavos y la cerveza Cristal 1 peso que equivale a .87 centavos de dólar. Esto en el Centro Comercial de la 5ta y 42, el viaje en taxi al Hotel Occidental desde aquí esta en 4 C.U.C. . Esto es en la colonia Miramar. Del hotel Occidental a la Habana vieja cobran entre 10 y 15 C.U.C. . Al aeropuerto cobran de 25 a 30 C.U.C. . Es bueno siempre acordar el precio antes para evitar sorpresas. También es importante considerar los 25 C.U.C. que cobran de impuesto al salir de Cuba y 250 pesos al salir de México. A fin de cuentas entre taxis e impuestos se pagan un total 100 dólares más al costo del boleto de avión.



Al día siguiente, volamos en la madrugada en un avión tipo militar a Cayo Guillermo. Motivado con el rico espresso cubano disfrute del vuelo y los paisajes aéreos en el amanecer cubano. La gente de Occidental Alegro nos recibió muy amablemente y con la tipica calidez y alegria de la hospitalidad cubana. Eran las once de la mañana y ya estábamos listos para kaitear. 



Al pararme frente al mar y ver lo que tenía frente a mi, supe al instante que Cayo Guillermo, es el mejor lugar por mi conocido para kaitear.



Buen viento, agua poco profunda a gran distancia, espacio infinito, cinco a seis tonalidades de azules y verdes en el agua, agua cálida y un hotel tipo pueblito, sin construcciones altas, dedicado al cien por ciento al turismo de kite board.



No hay como disfrutar de la comodidad del servicio all inclusive en un viaje de intensa actividad deportiva. Puedes salir de kaitear, dejar tu vela en la playa, mientras disfrutas de una cerveza cubana, o un delicioso café espresso o de comer todo lo que gustes con una gran variedad de frutas, ensaladas, pescados y carnes. El saber que estas en un hotel donde el ochenta por ciento de la playa esta designada para kaitear es un descanso. No tener que preocuparse por turistas que no quieren a los kaiteros es un gran alivio. Se siente uno querido.



La distribución del hotel Occidental Allegro es magnífica. Habitaciones independientes tipo casitas con techo de dos aguas, escondidas entre palmeras y arboles endémicos conectadas entre caminos curveados. Un hotel muy cómodo, muy limpio y con todas los lujos necesarios para pasarla como rey, en lo más remoto y bello del Caribe Cubano.



Así fue el primer día, viento constante, de entre veinte y veintitrés nudos. El mar pintado de colores, velas y kaiteros de ida y vuelta entre vuelos y saltos, surcando las aguas coloreadas con trazos blancos espumosos a lo largo y ancho de la costa del cayo. Ese día me desquite con cuatro horas continuas hasta que se fue la luz del día. 



La convivencia por la tarde noche con el grupo Morph fue de primera. Pareciera que todos nos conociéramos desde hace años. Habíamos mexicanos, canadienses y estadounidenses. Desde el inicio del viaje supe que serían nueve días de felicidad continua y desconexión total. Sólo kaitear, hablar de kaitear, comer rico y pasarla muy bien!



El segundo día fue igual. Viento constante y kilómetros de playa y mar para disfrutar navegando. Lo que hizo único a este día, fue la noche. El viento no paraba de soplar, se acababa la luz del día, los kites eran cada vez menos en el mar y yo seguía kaiteando. No podía dejar de navegar. Pensé en ser el último en salir a tierra. De pronto a mis espaldas, atrás en el horizonte, apareció la enorme luna llena. Gigante y plateada, con su inmensa luz alumbrando el mar. Ya estaba solo en el agua, me quedé un rato más navegando. Pero decidí salir porque necesitaba que alguien me ayudara a bajar mi kite. Cuando en ese momento Manolo Cue entraba al mar. Y con una invitación más parecida a un regaño, me convenció a volver al agua para kaitear con luna llena. Que mejor plan que navegar tu kite de noche, iluminado por la luna y compartiendo el momento con grandes amigos. Pronto me di cuenta , que David Furchtgott también estaba en el agua pero dándole clases de kite a Gaby en compañía de Carlos. Al final estuvimos David, Manolo y yo kaiteando un par de horas más, disfrutando del viento, el mar, la luna llena y varios saltos con alaridos de euforia.



Por sí no fuera suficiente, después de cenar, Manolo y Germán Sánchez volvieron al mar a navegar con la luna. Creo que se quedaron hasta la una de la mañana kaiteando.



Al día siguiente, estaba programado hacer un down wind de treinta y siete kilómetros, desde Cayo Guillermo a Cayo Coco. El viento había bajado de intensidad y parecía que no duraría mucho. Había que salir con velas de catorce, quince y diez y siete metros y tablas grandes. Yo solo contaba con una vela de doce metros y tabla chica. Pero no me podía perder esa aventura, así que algo tarde pero me animé a partir. El grupo ya se había adelantado, inicié mi navegación solo, pero de pronto vi salir a Diego para acompañarme. Me estaba esperando. Cosa que agradecí mucho ya que me dio más confianza para intentar alcanzar al grupo. El viento soplaba bien, pero era necesario trabajar mucho el kite. Es decir, subirlo y bajarlo constantemente para "cucharear" el viento. Algo así como jalarse del viento.



Era un momento único, maravilloso. Tantos kites en el agua, navegando y volando los papalotes como mariposas de colores sobre los variados azules y verdes del Mar Caribe de Cuba. Al cruzar miradas con los compañeros, la comunicación era clara y vasta en felicidad y alegría.



Ya habíamos alcanzado al grupo, incluso Diego ya iba adelante de todos. A lo lejos pude ver en miniatura el hotel en Cayo Coco al que queríamos llegar. Cuando de pronto el viento bajo su intensidad. No era sorpresa, ese era el pronóstico del viento para ese día. El problema era mi tamaño de vela y tabla, en relación con mi peso y fuerza del viento. Mi tabla empezó a hundirse, tuve que mover el kite con más intensidad para que no cayera al agua, estábamos en mar abierto pero relativamente cerca de la costa. Me encontraba en problemas. No iba a llegar a Cayo Coco con el resto del grupo. Así que decidí aproximarme a la playa lo antes posible. En ese momento Gerry se percató de mi problema y se regresó para ayudarme. Me preguntó que si estaba bien a lo que respondí que sí. No quería echar a perder su down wind . Entonces fue a ver a Parrick quien también se encontraba en problemas. 



Cuando me acerqué a la costa, pude ver una hermosa playa, al menos estaba derivando a un rincón del paraíso. Era muy bonita, agua poco profunda y transparente, arena blanca y mucha. Además rodeada de mucha vegetación verde y un río que llevaba hacia los grandes manglares de la zona. Quedé impresionado con tanta belleza. 



A fin de cuentas, bajé mi kite, ya no había nada de viento. A lo lejos vi una familia. Un hombre con su esposa e hijos. Eso me hizo sentir más seguro. Él se acercó a ofrecerme ayuda, me comento que estaba a unos diez kilómetros de Cayo Coco. El lugar era tan hermoso, que no tenía inconveniente en caminar a la orilla del mar hasta allá. Así qué doblé mi vela, enrollé la barra de control, tomé mi tabla e inicié mi camino. El hombre me comentó que era muy lejos y había mucha roca en la playa. Que estaba muy complicado. Pero embrutecido por la belleza del lugar, no me importó y empecé a caminar. Ya no veía ningún kite en el mar. Perdí de vista al grupo. De pronto aparecieron ante mi Gerry y Patrick, ellos también habian derivado. Venían caminado junto con un pescador cubano en dirección contraria. Pronto me detuvieron y el pescador me dijo que había otro camino entre el manglar que nos llevaría a la carretera. Gerry y Patrick estaban contentos ya que encontraron en mi un traductor. Se habían entendido poco con el pescador. 



Debiamos caminar descalzos por un camino de grava, con pequeñas piedras puntiagudas por unos cinco kilómetros. De no ser por nuestro amigo pescador, la caminata habría sido tortuosa y lenta. Le presto sus chanclas a Gerry y fue en su bicicleta por otros dos pares para Patrick y yo. Aún así no nos salvamos de una buena caminata descalzos por las piedrillas infernales. Le tomó un rato ir y volver, mientras nosotros caminábamos para ganar tiempo.



Finalmente llegamos a la carretera. Y después de un rato conseguimos un aventón en un hermoso camión de carga de los años cincuenta, tipico de Cuba, conservado excelentemente. Justo cuando subíamos a la parte trasera de carga del camión, nuestros compañeros de grupo aparecieron en un taxi van y nos aclamaron con gritos de alegría y arenga por el gusto de encontrarnos con bien, en los remotos manglares de los Cayos Cubanos. Esa vuelta al hotel, en la parte trasera del camión, disfrutando del gran paisaje ante nosotros y recordando de los incidentes vividos en el mar, fue muy placentera.



Y así transcurrió el resto del viaje, entre viento, mar y relatos de diversas aventuras y anécdotas vividas por los veinticinco kaiteros de la familia Morph.



Quedan con nosotros la magia y los recuerdos del viaje al paraíso del kiteboarding en Cayo Guillermo, Cuba.



Gracias David, gracias Morph y gracias Cuba por inmemorables momentos, que se guardan en el espíritu de por vida. 



Relato por : Luis Andrés Carrasco Arena.
El Cuaz, La Habana, 2014.

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